El Anti-Maquiavelo de Federico El Grande, el poder frente a la virtud
- Jesús Arroyo Cruz
- 2 dic
- 4 Min. de lectura
Hablar de El Príncipe es hablar del momento en que la política europea comenzó a exponerse sin adornos. El texto de Maquiavelo abrió un camino nuevo para entender el poder y marcó la historia intelectual de Occidente. Dos siglos después, otro protagonista decidió enfrentarlo. Federico El Grande, heredero al trono de Prusia, escribió una obra que buscaba desmontar, frase por frase, la visión del florentino. Nació así El Anti-Maquiavelo, una réplica escrita con pasión moral y voluntad reformista.
El manuscrito llegó a manos de Voltaire, quien decidió publicarlo y convertirlo en un acontecimiento. El joven príncipe prusiano aspiraba a gobernar con una ética distinta y veía en El Príncipe un peligro para la construcción de un poder justo. Ese conflicto —entre la lucidez fría de Maquiavelo y la aspiración virtuosa de Federico— dio forma a uno de los intercambios más intensos de la historia política moderna.
Federico El Grande frente a Maquiavelo: dos miradas que chocan
Federico escribió el Anti-Maquiavelo en su juventud. No buscaba una obra de teoría distante, sino un ejercicio personal para aclarar qué significa gobernar bien. Cuando Voltaire leyó el manuscrito, comprendió que su contenido era demasiado valioso para quedar oculto y decidió editarlo. Lo vio como un servicio público. El filósofo francés estaba convencido de que la visión de Maquiavelo, centrada en la utilidad y la supervivencia del poder, había influido durante demasiado tiempo en reyes y cortes europeas. Difundir la respuesta del príncipe prusiano era una forma de equilibrar el debate.
En su prefacio, Voltaire describe al joven Federico como alguien decidido a combatir con razonamientos la tradición de la fuerza. Señala que el autor no buscaba impresionar, sino ordenar su pensamiento. Lo más notable del texto, según Voltaire, es que un príncipe escribiera sobre virtud con un estilo tan claro, directo y seguro.
El Anti-Maquiavelo avanza examinando el libro El Príncipe capítulo por capítulo. Federico acepta que Maquiavelo conoce bien la naturaleza humana, pero le reprocha justificar acciones que él considera destructivas. Mientras el florentino analiza cómo conquistar y mantener el poder, el prusiano plantea que un gobernante debe sostenerlo haciendo el bien, no aprovechándose del miedo ni de la manipulación. Federico afirma que la autoridad necesita estabilidad, pero también rectitud. Allí nace la tensión que atraviesa toda la obra.
El Príncipe bajo el escrutinio de la Ilustración
El Príncipe observa la política desde los hechos. Su autor describe armas, alianzas, dominación y estrategias de supervivencia. Su preocupación central es la eficacia. El gobernante, para Maquiavelo, no siempre puede actuar con bondad y debe aprender “a no ser bueno” si la situación lo requiere. Esta frase es una de las más citadas y discutidas de toda la obra.
Federico El Grande responde con otra idea: el poder sin virtud destruye la confianza pública. En sus reflexiones, la autoridad que se sostiene solo con astucia está condenada a caer. Su crítica no es ingenua. Reconoce que los reyes enfrentan riesgos constantes, pero insiste en que la moral no es un adorno. Es un requisito para mantener un gobierno legítimo.
Esta postura conecta el texto con el espíritu de la Ilustración. Federico defiende la educación, el progreso y la razón como pilares de una monarquía moderna. No quiere un príncipe temido, sino uno respetado por su integridad. En ese sentido, el Anti-Maquiavelo es también un intento de reformar la monarquía desde dentro.
¿Por qué Federico El Grande escribió el Anti-Maquiavelo?
Federico buscaba una guía moral para gobernar. Conocía el alcance de las ideas de Maquiavelo y temía que se convirtieran en justificación de abusos. Sus reflexiones surgieron como un esfuerzo personal por establecer principios distintos. Voltaire reconoce en él a un autor decidido a mostrar que la política puede sostenerse con justicia.
¿Qué diferencia al Anti-Maquiavelo de El Príncipe?
Mientras El Príncipe analiza cómo se mantiene el poder, El Anti-Maquiavelo examina cómo debe ejercerse. Uno describe tácticas para sobrevivir. El otro propone virtudes para construir legitimidad. Esta diferencia convierte ambos textos en un diálogo entre realismo y ética.
¿Sigue vigente el debate entre Maquiavelo y Federico El Grande?
Sí. Las discusiones actuales sobre liderazgo, responsabilidad pública y uso del poder encuentran en estas obras un espejo útil. Gobiernos, instituciones y movimientos sociales enfrentan el mismo dilema: ¿eficacia a cualquier costo o poder con límites morales? La tensión entre Maquiavelo y Federico ilumina ese debate.
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Un diálogo que sigue vivo
El debate entre El Príncipe de Maquiavelo y El Anti-Maquiavelo de Federico El Grande no pertenece solo al pasado. Muestra cómo dos figuras distintas observaron el poder y llegaron a conclusiones que aún resuenan. Volver a estas obras es una forma de pensar la política desde la responsabilidad. Nos recuerda que la ambición necesita límites y que la virtud, lejos de ser un ideal abstracto, puede sostener decisiones que afectan a millones.
Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.





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