Mujeres de la independencia entre la marginalidad y la participación activa
- Jesús Arroyo Cruz
- 23 jun
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 8 nov
Durante la guerra de Independencia de México, el papel de las mujeres fue sistemáticamente minimizado por una historiografía dominada por visiones androcéntricas. La narrativa tradicional ha exaltado las gestas militares encabezadas por hombres, asignando a las mujeres una función pasiva o meramente doméstica. Esta omisión responde a una estructura cultural que invisibilizó su presencia, incluso cuando actuaron con decisión, coraje y entrega en momentos decisivos del proceso insurgente.
Numerosos documentos judiciales y cartas recopiladas en el libro Mujeres por la Independencia de México editado por La Atenas de América permiten reconstruir una participación diversa y comprometida. Desde las mujeres que encabezaron acciones de espionaje, como María Catalina Gómez de Larrondo, hasta aquellas que fueron castigadas por su relación familiar con insurgentes, como Rita Pérez de Moreno, emerge una historia paralela que desborda el molde de la sumisión femenina.
No fueron espectadoras, fueron partícipes, muchas veces líderes, en redes logísticas, financieras y militares que sostuvieron la lucha por la independencia. Algunas, como Carmen Camacho, asumieron riesgos extremos al interactuar con tropas realistas. Otras, como Josefa Ortiz de Domínguez, enfrentaron procesos judiciales bajo cargos graves que evidencian su implicación directa en el movimiento. Más que acompañantes o mártires, estas mujeres fueron agentes activos de transformación, y su memoria merece un lugar digno en la historia de México.
Condición social y participación activa
En el contexto de la cultura romano-hispánica heredada de la monarquía española, las mujeres ocuparon una posición de obediencia institucionalizada, determinada por normas que las alejaban de la vida pública y las sujetaban a la tutela masculina. La ley no les reconocía derechos políticos ni voz en los asuntos del gobierno. Para muchas, la vida transcurría entre el servicio doméstico, la maternidad o el encierro conventual. Esta situación fue resultado de un sistema que las mantenía sin acceso a cargos de representación, sin posibilidad de decidir sobre su educación o su patrimonio. Pese a este marco restrictivo, las mujeres encontraron maneras de intervenir en los procesos sociales y económicos, y también en el movimiento de insurrección, como lo prueban las fuentes primarias recopiladas en Mujeres por la Independencia de México.
Los testimonios permiten observar una diversidad de experiencias determinadas por el origen social, la región o el momento histórico. Las mujeres pobres trabajaban como vendedoras, cocineras, costureras, tabacaleras o sirvientas. Las de clase media se empleaban en labores de enseñanza, pequeños comercios o producción artesanal. Las de posición acomodada controlaban propiedades, realizaban préstamos, organizaban obras de caridad y firmaban documentos notariales. En casos excepcionales, algunas administraban haciendas extensas o heredaban funciones de gestión territorial.
Este abanico de perfiles revela que las mujeres no vivían de forma pasiva ni al margen de los asuntos públicos. Su papel no se limitaba al hogar ni a la obediencia. Participaban activamente en las redes económicas, gestionaban bienes, influían en decisiones comunitarias y, cuando las circunstancias lo exigieron, se vincularon a la insurgencia. La documentación judicial muestra cómo algunas actuaron como informantes, protectoras de insurgentes, emisarias o responsables de la captura de realistas, como lo hizo María Catalina Gómez de Larrondo en Acámbaro. Otras fueron encarceladas, procesadas e incluso ejecutadas por seducción de tropas o encubrimiento, lo que indica que su papel fue observado con atención por las autoridades virreinales.
Las mujeres no fueron figuras ausentes, aparecen en los archivos como agentes con capacidad de decisión. Su presencia no fue incidental ni marginal. Desde sus propias condiciones materiales y simbólicas, tejieron estrategias de participación y resistencia que contribuyeron a la causa insurgente. Estas acciones documentadas con rigor exigen un replanteamiento de la historia nacional que incorpore de forma crítica y sostenida el papel del género femenino en la independencia.
Documentos reveladores en un apéndice que reconstruye la historia
El apéndice documental incluido en el libro es una fuente invaluable. Entre los expedientes figuran:
• La causa instruida contra Leona Vicario y sus cartas personales.
• Los oficios de María Catalina Gómez de Larrondo, quien ordenó la aprehensión de realistas.
• Extractos sobre Carmen Camacho, fusilada por seducción de tropa.
• Las representaciones de Josefa Ortiz de Domínguez al virrey Félix María Calleja.
• Comunicaciones del coronel Ordóñez sobre la detención de mujeres insurgentes.
Estos documentos evidencian que dentro de la participación femenina hubo liderazgos, decisiones tácticas, compromisos familiares, económicos y políticos que colocan a muchas mujeres como actores clave del conflicto iniciado por Miguel Hidalgo.
¿Por qué reivindicar a estas mujeres?
La historia nacional ha sido escrita con una lente masculina. Revisar el papel de las mujeres en la Independencia busca interpretar el pasado con mayor justicia. No todas fueron heroínas visibles, pero muchas participaron activamente, arriesgando su libertad o su vida por un proyecto político emancipador. Algunas lideraron tropas, otras protegieron insurgentes, muchas enfrentaron represalias por ser madres, hermanas o esposas de rebeldes.
¿Qué papel jugaron las mujeres en la independencia de México?
Las mujeres cumplieron funciones esenciales durante la independencia de México. Actuaron como combatientes, enlaces, organizadoras logísticas y emisarias. Varias participaron directamente en capturas de realistas o en la movilización de recursos. Algunas, como María Catalina Gómez de Larrondo, tomaron decisiones estratégicas que impactaron el rumbo de la guerra. Otras, como Carmen Camacho, fueron castigadas con la muerte por influir en tropas virreinales.
Muchas mujeres sufrieron prisión, interrogatorios o confinamiento por su parentesco con insurgentes. Escribieron cartas, presentaron peticiones y dejaron testimonio de su participación y sufrimiento. Casos como el de Rita Pérez de Moreno o Prisca Marquina de Ocampo revelan una agencia femenina ignorada durante décadas. Estas mujeres formaron parte activa del proceso insurgente, incluso bajo condiciones de marginación y represión.
¿Qué mujeres destacan en los documentos de este libro?
Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, María Catalina Gómez de Larrondo, Carmen Camacho, Josefa Huerta y muchas otras cuya memoria ha quedado relegada.
Un acto de justicia histórica
Reconocer a las mujeres insurgentes es un acto de rigor histórico. En la lucha por la independencia hubo mujeres que tomaron decisiones, que enfrentaron procesos judiciales, que perdieron propiedades o incluso la vida. Las fuentes primarias reunidas en esta obra permiten rescatar sus nombres, sus voces y su agencia política en un momento fundacional del México moderno. Reivindicar su memoria es, también, un acto de justicia histórica.
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Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.

