Álvaro Obregón, más político que militar
- Jesús Arroyo Cruz
- 10 jun.
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 27 oct.
En el escenario político y militar de México, pocas figuras han tenido la presencia dominante de Álvaro Obregón. Conocido como el “más afortunado guerrero” de la Revolución Mexicana, Obregón no solo supo imponerse en el campo de batalla, también entendió que el verdadero poder residía en la política. Así, fue mucho más que un caudillo militar, fue un constructor de instituciones, un artífice de pactos y un político con una visión pragmática que supo conjugar la fuerza de las armas con la solidez de las leyes.
De la trinchera al Palacio Nacional
Obregón emergió de la clase media rural de Sonora y, en pocos años, se transformó en el máximo caudillo de la Revolución. Su temprana visión de que la supremacía del poder no podía sostenerse únicamente en las armas, lo llevó a actuar con una audacia política poco común en la época. Desde su llegada a la capital en agosto de 1914 —tras la caída del gobierno de Victoriano Huerta— quedó claro que no sería solo un general más.
En sus discursos y escritos, Obregón dejó constancia de que veía en la política una vía para legitimar y consolidar las conquistas de la lucha armada. A diferencia de otros líderes que se aferraron a la imposición de la fuerza, supo que gobernar requería también la creación de consensos y el fortalecimiento de las instituciones.
La política como extensión de la guerra
Obregón comprendió que la obediencia castrense tenía un alto componente político. Las órdenes se cumplían con más eficacia cuando los subordinados compartían la visión del líder. Así, cultivó alianzas clave que marcarían la historia como Benjamín G. Hill, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta fueron algunos de los hombres que supo atraer a su causa, modelando un equipo político-militar que lo acompañó en los momentos decisivos.
Este pragmatismo se hizo evidente cuando, tras desconocer a Venustiano Carranza con el Plan de Agua Prieta, consolidó su ascenso a la presidencia. Obregón no vaciló en usar su fuerza militar para respaldar un proyecto político de reconstrucción nacional, pero siempre bajo la premisa de que el liderazgo civil debía prevalecer.
El ideario de Obregón
En uno de sus discursos más recordados, Obregón llegó a definirse como un “ciudadano accidentalmente sobre las armas”. Este concepto, tan sencillo como profundo, reflejaba su convicción de que el mando militar debía someterse al control de la política. Su visión, influenciada por la lectura atenta de los contextos históricos —y de las enseñanzas que la Revolución misma iba dejando—, lo condujo a abogar por el civilismo y la institucionalidad.
Durante su mandato presidencial (1920-1924), Obregón impulsó reformas fundamentales. Desde la educación pública, a cargo de José Vasconcelos, hasta la reforma agraria, buscó sentar las bases de un México que superara la inestabilidad armada. Sin embargo, su estilo de liderazgo no estuvo exento de tensiones, la concentración de poder y el personalismo de sus decisiones suscitaron preguntas sobre los límites de su proyecto.
¿Por qué se considera a Obregón más político que militar?
Álvaro Obregón demostró desde temprano una capacidad única para entender que el poder real en México residía en las armas y también en el dominio de las artes políticas. Aunque fue un caudillo militar formidable como lo demostró en Celaya, Obregón supo percibir que la autoridad se afianzaba mediante la negociación, la construcción de alianzas y la institucionalización del poder. Esto quedó reflejado en su disposición a transformarse en un líder civilista cuando las circunstancias lo exigieron. Desde sus primeras campañas, comprendió que la obediencia militar dependía en buena medida de la simpatía y la confianza de las masas y de los cuadros subordinados. Su relación con figuras clave y su estrategia para cultivar la lealtad de sus hombres, demuestran que Obregón era tan hábil en la política como en la estrategia militar. De este modo, pudo dirigir el país como un soldado triunfador y como gobernante consciente de la necesidad de cimentar un orden institucional para la estabilidad nacional .
¿Qué aportes hizo Obregón al México posrevolucionario?
Los aportes de Obregón fueron fundamentales para el surgimiento de un Estado moderno en México. Su mandato impulsó la reforma agraria, atendiendo las demandas de justicia social de campesinos y veteranos de la Revolución. También consolidó la educación pública como una herramienta de pacificación y reconstrucción nacional. En este terreno, se apoyó en la labor de José Vasconcelos, secretario de Educación, para impulsar una política cultural y educativa sin precedentes. Obregón entendió que la estabilidad del país pasaba por crear instituciones que trascendieran la figura del caudillo. Así, sentó las bases de un Estado con mayor civilismo e institucionalidad, y con una política económica y social que aspiraba a mejorar las condiciones de vida de los sectores populares. Su presidencia marcó un punto de inflexión, aunque no exento de controversias, fue el periodo en que la Revolución se convirtió en gobierno y se dotó de mecanismos legales e institucionales .
¿Cuál fue su relación con otros líderes revolucionarios?
Obregón se caracterizó por su pragmatismo en las alianzas y su determinación cuando estas se rompían. Fue cercano a figuras como Plutarco Elías Calles y Benjamín G. Hill, con quienes compartía una visión modernizadora y un interés por estabilizar el país tras la guerra. No obstante, no dudó en enfrentarse a otros líderes cuando sintió que la unidad nacional estaba en riesgo. Así ocurrió cuando combatió a Francisco Villa en en el Bajío y a Emiliano Zapata en Morelos, a quienes combatió militarmente cuando percibió que sus proyectos eran incompatibles con la construcción del Estado constitucionalista. A diferencia de otros caudillos que no supieron transitar a la vida civil o institucional, Obregón entendió que la política exigía flexibilidad y astucia para mantener un equilibrio de fuerzas, asegurando la continuidad de su proyecto de nación.
Un legado civilista e institucional
Tras la muerte de Obregón en 1928, sus ideas no desaparecieron, fueron retomadas y adaptadas por quienes lo sucedieron. Calles, por ejemplo, consolidó la institucionalidad civilista en el Partido Nacional Revolucionario, mientras que Vasconcelos y otros intelectuales siguieron impulsando el proyecto educativo iniciado en su mandato.
En su célebre frase sobre los muertos ilustres —“los grandes muertos siempre dejan obras truncas y corresponde a las generaciones que les suceden inspirarse en sus anhelos y terminarlas o proseguirlas”—, Obregón dejó claro que su obra política era un llamado a la continuidad y a la responsabilidad colectiva.
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Un caudillo que trascendió la milicia
Álvaro Obregón supo conjugar la fuerza militar con la astucia política, pero su mayor victoria fue demostrar que el poder real debía estar siempre respaldado por instituciones sólidas. Como caudillo civilista, mostró que la construcción de un México moderno exigía más que valentía en el campo de batalla. Requería visión política, respeto por las leyes y compromiso con la justicia social.
Su figura sigue siendo objeto de estudio y debate, pero es innegable que dejó una enseñanza vigente: los caudillos pueden abrir brecha, pero solo las instituciones aseguran el futuro.
Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.





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