Cómo se reconstruyó Michoacán desde el Congreso Constituyente de 1917-1918
- Jesús Arroyo Cruz
- hace 4 días
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La historia de la Constitución Política del Estado de Michoacán de 1918 comienza en un momento de fractura. No fue una continuación ordenada del pasado, fue una respuesta urgente tras años de desgobierno, licencias sucesivas y ruptura institucional. Desde 1913, el poder en Michoacán se había desplazado entre figuras provisionales, militares en funciones civiles y jefes revolucionarios que imponían su autoridad por las armas. La dictadura de Victoriano Huerta no encontró resistencia efectiva en el aparato estatal local. En vez de enfrentarlo, las autoridades michoacanas operaron bajo su mando sin cuestionamientos legales.
El quiebre más profundo no vino del régimen huertista, vino de quienes lo combatieron. En 1914, el general Gertrudis G. Sánchez ocupó Morelia al frente del Ejército Constitucionalista. Disolvió los poderes establecidos y asumió el Ejecutivo con base en el Plan de Guadalupe. Bajo su intervención, Michoacán dejó de regirse por la Constitución de 1858. Durante los siguientes años, el Estado vivió bajo gobiernos de facto hasta que, en 1917, se trazó un nuevo camino.
Reconstruir un Estado desde las ruinas: el Congreso Constituyente de 1917-1918
El comienzo de la reconstrucción puede fijarse el 10 de julio, cuando se reunieron los diputados de la XXXVI Legislatura en el Salón de Sesiones del Congreso. Este grupo tenía el encargo de legislar y debía también fundar una nueva legitimidad. Reconstruir el orden perdido. Dar forma a una nueva Constitución de Michoacán que respondiera al espíritu de la Revolución y a las exigencias de la Constitución federal recién promulgada. Las actas de ese Congreso muestran la complejidad del momento. Se trataba de cambiar leyes y de recomponer un sistema político colapsado.
El camino no fue rápido. Durante más de seis meses, el Congreso Constituyente debatió intensamente dos proyectos constitucionales. Uno de ellos fue elaborado por el diputado Martín Castrejón, y el otro por el gobernador de entonces, Pascual Ortiz Rubio. El primero se perdió entre las actas y el tiempo, aunque dejó huella en varias sesiones. El segundo articuló las discusiones y terminó siendo la base de un texto que sería corregido, expandido y moldeado por el trabajo parlamentario. No trabajaron en aislamiento. Los constituyentes michoacanos leyeron, citaron y adaptaron fragmentos de otras constituciones estatales —como las de Puebla y Querétaro—, mostrando así un diálogo legal que rebasaba las fronteras del Estado de Michoacán.
El 5 de febrero de 1918, en una sesión especial celebrada en el Teatro Ocampo de Morelia, se promulgó finalmente la nueva Constitución de Michoacán. Más que una ceremonia, fue el cierre de una etapa fundacional. Aquel texto no era un mero requisito legal; representaba el intento consciente de reorganizar la vida institucional en un Estado que, hasta poco antes, había sido gobernado por mandos militares, decretos provisionales y estructuras disueltas. La Constitución que emergió de ese proceso recogía las reformas impulsadas por el constitucionalismo social mexicano y también era el reflejo de un esfuerzo colectivo por recuperar el sentido de lo público.
¿Cuál fue el papel del Plan de Guadalupe en Michoacán?
El país entero atravesaba el final de una revolución armada, y la entidad apenas comenzaba a reconstruir su vida institucional. En ese clima inestable, el general Gertrudis G. Sánchez, figura clave del constitucionalismo, llegó a Morelia respaldado por el Plan de Guadalupe. En lugar de restaurar los poderes legales del Estado, los disolvió por completo y asumió la autoridad ejecutiva. Este giro inesperado rompió con la legalidad previa. Aunque Huerta había sido el autor del golpe de Estado a nivel nacional, en Michoacán fue un militar que combatía ese régimen quien terminó por anular el equilibrio constitucional.
El Plan de Guadalupe, redactado como respuesta al golpe huertista, se convirtió en la justificación legal para esa ruptura. En su séptima base, establecía que el jefe del Ejército Constitucionalista podría asumir funciones de gobierno en los Estados que hubieran reconocido a Huerta. Michoacán no lo hizo de manera abierta, pero su falta de rechazo activo permitió la entrada en vigor de esa disposición. Durante varios años, la entidad vivió bajo gobiernos provisionales sin un marco legal duradero. Solo hasta 1917 se convocó a elecciones con el objetivo de elegir una Legislatura con carácter constituyente. Así comenzó el camino hacia la Constitución de 1918, un intento por devolverle al Estado de Michoacán su orden jurídico tras años de guerra, transiciones forzadas y poder militar.
¿Qué enseñanzas deja la Constitución de Michoacán de 1918?
Cuando Michoacán promulgó su nueva Constitución en 1918, el país aún estaba marcado por los estragos de la Revolución Mexicana. El Estado necesitaba leyes y una nueva manera de ejercer el poder. Por eso, el Congreso Constituyente diseñó un texto que respondiera a los ideales del momento y tradujera en normas concretas el espíritu de cambio.
El documento siguió los principios de la Constitución federal de 1917, lo que significó una apuesta clara por renovar el marco jurídico desde una visión más social y participativa. Uno de los pilares de esta transformación fue el fortalecimiento del poder legislativo, que adquirió más herramientas para vigilar y equilibrar al Ejecutivo. También se abrieron caminos para el reconocimiento de derechos sociales en el ámbito local, desde la educación hasta el trabajo.
Las reglas sobre la administración de justicia se rediseñaron para hacerla más accesible, y se reorganizaron los municipios, la hacienda pública y otros espacios fundamentales del gobierno estatal. Este texto constitucional fue mucho más que una adaptación técnica. Reflejó el intento de una sociedad por recuperar la legitimidad del poder, después de años de rupturas y gobiernos de facto. Fue, en suma, un acto de reconstrucción desde el corazón mismo de la política local.
Volver a 1917 para entender lo que somos hoy
La Constitución de Michoacán promulgada en 1918 no fue producto de la calma ni de la continuidad. Nació en medio de rupturas, incertidumbre y una Revolución que sacudía todos los cimientos del país. Pero precisamente por eso, su valor es mayor. No se trató solo de cambiar artículos legales; fue una manera de replantear cómo debía ejercerse el poder y quién debía tener voz en esa reconstrucción.
Las actas del Congreso Constituyente de 1917-1918, —disponibles en Amazon para tu adquisición en versión ebook y pasta blanda— muestran con claridad a una sociedad que, luego del conflicto armado, buscó ordenarse sin renunciar al impulso transformador. En sus páginas se escucha la tensión entre tradición y cambio, entre la herencia de un viejo régimen y el deseo de edificar algo nuevo. A más de un siglo de distancia, ese esfuerzo sigue hablándonos. Nos recuerda que las constituciones no solo se escriben, también se viven. Y que en tiempos de crisis, volver al origen no es nostalgia: es una forma de entender el presente con más lucidez. Volver al constitucionalismo michoacano es regresar a las raíces ideológicas, jurídicas, políticas e históricas de lo que somos.
Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.





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