La Decena Trágica: una república asesinada desde adentro
- Jesús Arroyo Cruz
- 12 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 29 oct
Pocos episodios han marcado con tanta fuerza la historia de México como la Decena Trágica. Durante años, se ha enseñado como un levantamiento militar, una crisis de gobierno o incluso como una inevitabilidad política. Pero el análisis riguroso, como el que presenta el libro Quién mató a Madero: Reconstrucción de un drama histórico, permite desmontar ese relato superficial. Lo ocurrido entre el 9 y el 19 de febrero de 1913 fue un crimen de Estado, deliberadamente ejecutado desde las más altas esferas del poder político y militar. No fue una rebelión espontánea, fue el resultado de un plan cuidadosamente diseñado, cuyas piezas se tejieron con anticipación entre miembros del gabinete, mandos militares, diplomáticos extranjeros y grupos empresariales.
José Antonio Martínez Álvarez demuestra que no se trató de una traición exclusiva de Victoriano Huerta. Fue una operación estructurada en la que participaron activamente políticos del antiguo régimen, militares con vínculos porfiristas y hasta ministros del gabinete de Francisco I. Madero. A través del análisis de telegramas, movimientos de tropas, discursos y silencios cómplices, se logra construir un cálculo frío y sistemático para aislar a Madero, erosionar su legitimidad desde la prensa conservadora y finalmente entregarlo, con las formas legales aún vigentes, a sus verdugos. La Ciudadela se configuró como un escenario de rebeldía pactado desde días antes, y la embajada de Estados Unidos jugó un papel decisivo al facilitar el acuerdo entre Félix Díaz y Huerta, con el aval directo del embajador Henry Lane Wilson. Esta fue una conspiración cívico-militar con proyección internacional, que puso fin a la primera esperanza democrática del México posporfirista.
El ensayo general del golpe
Según la documentación recopilada por José Antonio Martínez Álvarez, la Decena Trágica no comenzó el 9 de febrero. El gobierno de Madero fue socavado desde dentro mucho antes. La prensa porfirista y los periódicos "independientes" del momento cumplieron la función clave de erosionar la legitimidad del régimen. A diario se publicaban columnas que cuestionaban la capacidad de Madero para gobernar, exagerando disturbios sociales y a su vez, exigían un "gobierno fuerte" que restableciera el orden. Este ambiente de desgaste mediático no fue casual, formó parte del andamiaje de justificación previa al golpe.
La traición como táctica de gobierno
Uno de los aspectos más demoledores de Quién mató a Madero es la exposición del papel de Victoriano Huerta. El general fue nombrado por Madero como jefe del ejército leal para sofocar la rebelión. Pero desde el primer día, Huerta operó con una lógica doble: fingía cumplir órdenes mientras entablaba negociaciones con los golpistas atrincherados en La Ciudadela. La obra demuestra, mediante telegramas, declaraciones contradictorias y movimientos de tropas inexplicables, que Huerta nunca intentó verdaderamente proteger al gobierno legal. Su objetivo era hacerse del poder mediante una traición controlada.
El papel de los embajadores y el pacto en la embajada
Una de las revelaciones más graves que documenta Martínez Álvarez es el llamado Pacto de la Embajada, firmado en la sede diplomática de Estados Unidos en México. Ahí, bajo la protección del embajador Henry Lane Wilson, se selló el acuerdo entre Huerta y Félix Díaz. La presencia de potencias extranjeras no fue pasiva, el gobierno estadounidense, a través de su embajador, alentó la caída de Madero y facilitó las condiciones para que Huerta tomara el poder a cambio de estabilidad política favorable a sus intereses económicos.
¿Qué fue la Decena Trágica y por qué es importante?
La Decena Trágica fue un golpe de Estado que terminó con el asesinato del Presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez que comenzó el 9 de febrero y concluyó el 19 del mismo mes de 1913. No fue solo una insurrección militar, sino un crimen de Estado cuidadosamente planeado desde las estructuras del poder político, militar y diplomático. Su importancia radica en que significó el fracaso de la primera experiencia democrática del México moderno.
¿Quién estuvo detrás de la Decena Trágica?
El golpe fue liderado por el general Victoriano Huerta, con el apoyo de Félix Díaz, Manuel Mondragón y otros militares porfiristas. También participaron civiles del antiguo régimen, miembros del gabinete de Madero y el embajador estadounidense Henry Lane Wilson, quien medió en el pacto final que selló la traición.
¿Qué papel jugó Victoriano Huerta en la caída de Madero?
Huerta fingió obedecer las órdenes de Madero para sofocar la rebelión, pero en realidad mantenía negociaciones con los golpistas. Su papel fue determinante, pues sin disparar un solo tiro contra La Ciudadela, se convirtió en el ejecutor del Presidente y del proyecto republicano que representaba.
¿Cuál fue el papel de Estados Unidos en la Decena Trágica?
El embajador Henry Lane Wilson fue un actor clave en el desenlace. Desde la embajada estadounidense, impulsó el acuerdo entre Huerta y Félix Díaz, conocido como el Pacto de la Embajada. Su intervención legitimó el golpe y facilitó la instalación de un régimen que favorecía intereses extranjeros.
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Más que un golpe, una lección de poder
La Decena Trágica fue el recordatorio brutal de que en México, en 1913, la legalidad no bastaba. El poder seguía teniendo su fundamento en la fuerza, en el control del aparato militar y en los pactos de élite. Madero creyó que la legitimidad jurídica podía sostenerse sola, que bastaba con el voto y el respeto a las leyes para consolidar una nueva era. Pero la legalidad no tenía raíces firmes ni defensores armados. Martínez Álvarez demuestra que los actores clave del régimen —militares, ministros, embajadores y empresarios— nunca dejaron de concebir al poder como un juego de presiones, recompensas y silencios. Huerta y sus aliados sabían que bastaba con dinamitar el aparato de lealtades para tomar el control, teniendo como eje los sobornos, ascensos militares, amenazas veladas y pactos personales sustituyeron al orden constitucional.
El golpe liquidó un gobierno y asesinó una posibilidad democrática que apenas comenzaba a estructurarse. Al desaparecer a Madero y Pino Suárez, se envió un mensaje brutal a toda una generación de ciudadanos que creyó en el sufragio efectivo y en la regeneración del país. El crimen de Estado consumado durante la Decena Trágica marcó la entrada violenta a una nueva etapa de la Revolución Mexicana, en la que el poder volvería a definirse, por las armas, las intrigas palaciegas y la capacidad de imponer el miedo. Fue el final sangriento de un experimento cívico, y el inicio de una guerra prolongada por el alma de la nación.
Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.





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