El poder del Evangelio y la verdadera felicidad del alma
- Jesús Arroyo Cruz
- 6 nov
- 5 Min. de lectura
Hay palabras que no envejecen, porque nacen del alma y se dirigen al alma. El Evangelio es una de ellas: una voz viva que transforma. Cuando el poder del Evangelio toca el corazón, el ser humano descubre una alegría que depende de una verdad eterna.
Antoine Adrien Lamourette, teólogo del siglo XVIII, comprendió que esa fuerza interior era más que un texto: era el soplo de Dios en la conciencia humana. Su obra Las delicias de la religión cristiana o el Poder del Evangelio para hacernos felices, publicada por La Atenas de América, invita a reconocer que la felicidad verdadera se encuentra en dejar que esa palabra divina nos renueve desde dentro.
El Evangelio como fuente de transformación interior
El Evangelio además de código moral, dinamismo, movimiento del Espíritu. Por eso San Pablo lo definió como “el poder de Dios para la salvación de todo el que cree”. En ese misterio reside el secreto de toda conversión: el alma, al abrirse al Evangelio, experimenta una transformación que ninguna filosofía puede ofrecer.
Se dirige a la totalidad del ser humano. Es palabra viva que penetra donde las teorías no alcanzan, en el corazón, en la conciencia, en ese punto interior donde cada persona se encuentra a solas con Dios. No basta con conocer sus enseñanzas; es necesario dejarse alcanzar por su poder. Cuando eso sucede, el creyente descubre que la fe es una experiencia de renovación constante.
Lamourette enseña que el poder del Evangelio actúa como una luz que disipa la ignorancia del corazón. No se impone por la fuerza, sino que convence por la evidencia de la verdad y por la suavidad del amor. En sus páginas insiste en que la palabra de Cristo no humilla, eleva; no condena, cura; no encierra, libera. “Solo quien permite que Cristo hable en su interior”, escribe, “encuentra la paz que el mundo promete, pero no puede dar”.
De ahí que toda verdadera reforma espiritual comience por el alma. Ningún cambio exterior —ni leyes, ni sistemas, ni costumbres— puede igualar la eficacia silenciosa del Evangelio cuando es acogido con humildad. En esa docilidad del corazón se revela su mayor milagro: convertir la debilidad en fortaleza, la tristeza en esperanza y la rutina en un acto de amor. El poder del Evangelio no se agota en palabras; se encarna en la vida de quien lo vive.
Antoine Adrien Lamourette y la felicidad del alma
La figura de Antoine-Adrien Lamourette es fascinante por su equilibrio entre fe y razón. En un siglo marcado por la duda, defendió que la felicidad se alcanza por la armonía interior que produce el Evangelio vivido.
Su visión sigue vigente: frente al ruido y la prisa del mundo moderno, el alma necesita volver a la sencillez del Evangelio. Esa es la enseñanza central de su libro, no hay verdadera felicidad sin Evangelio vivido.
Así, el poder del Evangelio se convierte en medicina del espíritu: libera del egoísmo, sana la culpa, enseña a amar. El alma encuentra su centro cuando escucha, en silencio, la voz del Maestro.
¿Qué significa que el Evangelio es poder de Dios para la salvación?
Esta pregunta, que hoy muchos creyentes se hacen, encierra una revelación profunda. “Poder” no alude a una fuerza autoritaria, sino a la energía viva del amor divino. El poder del Evangelio actúa cuando el creyente confía y se deja transformar.
Es una fuerza que no anula la libertad, la perfecciona. Salva porque restaura; ilumina porque revela quiénes somos ante Dios. Por eso, dice Lamourette, “la salvación comienza en el instante en que el alma deja de resistirse al Evangelio”.
¿Cómo actúa el poder del Evangelio en la vida del creyente?
Actúa de manera silenciosa, como la levadura en la masa. Cambia las motivaciones, purifica los pensamientos, da sentido al sufrimiento. Quien se deja guiar por el poder del Evangelio aprende a mirar la realidad con los ojos de Cristo. Es decir, sin miedo y con amor. Lamourette subraya que la vida cristiana consiste en cumplir normas y en dejarse habitar por el Espíritu. En ese movimiento interior florece la verdadera felicidad del alma.
¿Por qué no debemos avergonzarnos del Evangelio?
Porque el Evangelio es la expresión más alta de la dignidad humana. Avergonzarse de él sería ocultar la luz que puede sanar al mundo. Vivimos tiempos en que la fe parece marginal, pero el poder del Evangelio se muestra precisamente en su humildad. Ser testigo del Evangelio hoy significa irradiar serenidad, esperanza y compasión. Se trata de ofrecer un testimonio coherente de amor.
El Evangelio en el mundo contemporáneo
El mensaje de Lamourette, aunque escrito hace siglos, habla al corazón moderno. En un entorno donde el ruido y la distracción parecen dominar, el poder del Evangelio ofrece la calma necesaria para reencontrarse con uno mismo. La verdadera revolución cristiana está en en las almas que viven el Evangelio con autenticidad. Ahí se construye la historia del Reino, en el silencio fecundo del corazón transformado.
Lecturas recomendadas
Si deseas profundizar en estas enseñanzas te invitamos a leer el libro El poder del Evangelio, una obra luminosa que devuelve a las palabras de Cristo su fuerza original para consolar, instruir y transformar.
En sus páginas, Antoine-Adrien Lamourette despliega con serenidad teológica y hondura pastoral la manera en que el Evangelio actúa en lo más íntimo del alma humana. Cada capítulo es una invitación al recogimiento y al discernimiento interior: a escuchar la voz del Maestro que habla desde el amor que libera.
Este libro, publicado por La Atenas de América en versión pasta blanda y pasta dura, disponible en Amazon, es un camino de encuentro con uno mismo a la luz de la fe. Su estilo sobrio y claro hace posible que el lector moderno comprenda que la verdadera paz nace de la gracia que obra en silencio.
También puedes explorar nuestro artículo sobre la colección Joyas católicas donde hallarás libros que fortalecen la fe y la inteligencia espiritual. Obras que, como esta, reconcilian la razón con la esperanza y devuelven al corazón cristiano el gozo de creer.
La verdadera felicidad del alma
La felicidad del alma no es un sentimiento pasajero; es el fruto de una vida reconciliada con Dios. Solo el poder del Evangelio puede producir esa plenitud serena que Lamourette describe: una alegría que no depende del éxito, sino de la unión con la Verdad. Que cada lector descubra en el Evangelio es una presencia viva que lo invita a renacer cada día.
Este artículo ha sido preparado por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes devocionales e históricas de los siglos XIX y XX. Todos nuestros contenidos están diseñados para inspirar, enseñar y acompañar en el camino de la fe.





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