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La Cristiada: Entre la fe y la represión

  • Foto del escritor: Jesús Arroyo Cruz
    Jesús Arroyo Cruz
  • 3 jun
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 16 oct

Entre 1926 y 1929 México vivió uno de los periodos más intensos y dolorosos de su historia. Lo que comenzó como un enfrentamiento entre un gobierno determinado a someter a la Iglesia y una población decidida a defender su fe, terminó con la rendición de muchos combatientes y la resignación de otros. En este artículo basado en la obra Antes y después de la Cristiada, de José Antonio Martínez Álvarez recorreremos el antes, el durante y el después de este episodio.


El ambiente que preludió la guerra cristera

En vísperas del estallido de la guerra cristera, la vida en México transcurría entre la rutina y la creciente tensión. La aplicación de las leyes anticlericales por el régimen de Plutarco Elías Calles y sus aliados estatales sembró el campo para el conflicto. Estas medidas, que pretendían reafirmar la supremacía de la autoridad civil sobre la eclesiástica, encendieron una mecha que no tardaría en explotar.

 

La reacción no fue inmediata, pero la determinación de ambos bandos ya estaba en el aire. Las restricciones a la práctica del culto, la expulsión de sacerdotes y el control férreo del clero por parte del Estado alimentaron la indignación y la resistencia. Así se gestó el caldo de cultivo de una guerra que se presentó como inevitable: la Cristiada.


El despertar del conflicto

Con la entrada en vigor de la llamada “Ley Calles” el 31 de julio de 1926, la resistencia dejó de ser solo un murmullo. La población católica, especialmente en el centro y occidente del país, se levantó en armas. Los cristeros, surgidos de las comunidades más afectadas, llevaron su fe hasta las trincheras y las montañas, dispuestos a no doblegarse.

 

La prensa de la época, como Excélsior y El Universal, comenzó a reflejar escenas de rendiciones y combates. La propaganda oficial alternaba con las crónicas dramáticas de la lucha. Mientras tanto, algunos sacerdotes y jefes cristeros, como el clérigo y general Aristeo Pedroza, se mantenían firmes en la convicción de que la resistencia armada era lícita y necesaria, pues así lo había declarado el alto clero casi tres años antes.

 

A pesar de las contradicciones informativas, la Cristiada continuó dejando un reguero de sangre y esperanza. Cada combate, cada escaramuza, representaba la terquedad de un pueblo católico que no aceptaba renunciar a su fe .


Resignación y nuevas trincheras 

Con el paso de los años, la sociedad comenzó a cansarse de la violencia que parecía no tener fin. Las escenas de rendición se multiplicaron, y los periódicos informaban sobre los últimos reductos de resistencia que se iban desmoronando. La muerte de Aristeo Pedroza en una escaramuza marcó simbólicamente el final de la esperanza para muchos combatientes que todavía albergaban la idea de una beligerancia indefinida .

 

La rendición progresiva de los cristeros coincidió con el retorno a México de los prelados que, exiliados en Estados Unidos, habían esperado el momento para regresar a sus diócesis. Sin embargo, no todos volvieron de inmediato. Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara, decidió permanecer oculto en los Altos de Jalisco, lejos de la vista de federales y cristeros, aunque los acuerdos finales —los llamados “arreglos”— estipulaban su salida temporal del país.

 

Se cerraba así uno de los capítulos más aciagos de la historia mexicana. El gobierno federal, aunque victorioso, comprendía que su triunfo era una victoria pírrica: la semilla de la fe no había sido erradicada, y las heridas del conflicto seguían abiertas.


Persistencia de la lucha: nuevas armas, mismas convicciones 

Aunque las armas se silenciaron, los sentimientos de los vencidos no se extinguieron. Quedó un espíritu de lucha que encontró nuevos cauces. Los católicos que habían empuñado el fusil se replegaron para librar la batalla en otros frentes: la defensa legal, la formación de asociaciones civiles y la exigencia de que se derogaran las disposiciones persecutorias de la Constitución.

 

El otro objetivo —el derrocamiento del gobierno revolucionario— se convirtió en la apuesta pacífica de movimientos políticos como el vasconcelismo. José Vasconcelos, con su proyecto de alternancia y su propuesta de reconciliación nacional, encarnó para muchos la esperanza de que la fe y la libertad pudieran convivir en un nuevo orden político .


¿Qué llevó a los cristeros a rendirse?

El cansancio de la sociedad, la presión militar del gobierno y la mediación internacional llevaron a los cristeros a aceptar la paz, aunque con profunda resignación.

 

¿Qué fue de los líderes cristeros?

Muchos líderes fueron asesinados o murieron en combate. Otros, como Orozco y Jiménez, permanecieron ocultos o se exiliaron, aguardando tiempos mejores.

 

¿La lucha cristera terminó por completo?

El fin del conflicto armado no borró los sentimientos de resistencia. La lucha continuó en el terreno político y social, para lograr la libertad religiosa que tanto se anhelaba.


Recomendación de lectura

Si deseas, leer el análisis completo de esta etapa te sugerimos adquirir Antes y Después de la Cristiada, disponible en Amazon en sus versiones ebook, pasta blanda y pasta dura. O bien, visitar nuestro artículo acerca de la colección denominada Guerra cristera.

 

Un eco que perdura

El capítulo de la Cristiada, con sus contradicciones y su carga de fe y represión, no desapareció con la rendición de los cristeros ni con el regreso de los prelados a sus diócesis. Quedó latente en la memoria colectiva de México, como un recordatorio de la fuerza de las convicciones y la complejidad de las luchas por la libertad religiosa. Aunque la violencia cesó, la lucha por los derechos y la dignidad de la fe continuó, marcando el espíritu de generaciones enteras. Hoy, al volver la mirada a este pasaje tan doloroso y revelador, La Atenas de América reconoce el poder de la fe y la necesidad de la reconciliación.


Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.


Portada del libro Antes y después de la cristiada

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