Cristiada poética en un libro único que desafía el olvido
- Jesús Arroyo Cruz
- 10 jun
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 22 oct
La cristiada poética es, ante todo, un testimonio de resistencia y un intento de reconstruir un mito vivo. En Textos de un códice cristero, José Antonio Martínez Álvarez establece un diálogo audaz con la tradición de los códices prehispánicos, aquellos libros pintados que, pese a los autos de fe y la furia evangélica de la conquista, lograron sobrevivir como fragmentos preciosos de una memoria negada.
Del mismo modo, los versos anónimos de la Cristiada —recuperados en este códice— surgen de un pueblo que se niega a ceder su voz a la historia oficial. El autor equipara la labor de los antiguos tlacuilos, quienes tejieron la historia de sus pueblos a través de glifos y narraciones simbólicas, con la fuerza expresiva de los cantares populares que emergieron durante la guerra cristera. En ambos casos, subyace un esfuerzo por rescatar la dignidad de una identidad amenazada y la dignidad de quienes vieron sus creencias y costumbres arrasadas por la imposición de una modernidad que buscaba homogeneizar y borrar.
Estos versos —al igual que los fragmentos de códices resguardados en bibliotecas extranjeras— son testimonios incómodos que resisten el silencio y la manipulación de la historia. No son reliquias estáticas ni ejercicios retóricos; son un llamado a la memoria viva, un desafío a la resignación que se pretende imponer desde arriba.
Así, la cristiada poética se convierte en un acto de afirmación cultural y política, donde la palabra anónima y colectiva revela matices y contradicciones que los relatos oficiales prefieren olvidar. A continuación, se propone una lectura crítica y confiable de este legado poético, es una invitación a repensar la relación entre el pasado y el presente, y a reconocer la potencia de una voz popular que, como los antiguos códices, se resiste a morir en las llamas del olvido.
El canto como memoria y resistencia
Como antes se mencionó, José Antonio Martínez Álvarez compara la cristiada poética con los códices prehispánicos, destruidos por el celo evangélico de los conquistadores. Así como la quema de códices buscó borrar la memoria indígena, la historiografía oficial ha relegado a los cantares cristeros. Sin embargo, Martínez Álvarez señala que estos versos tienen un poder regenerativo al rescatar la voz de quienes no fueron escuchados.
La analogía con los códices destruidos —y rescatados en parte por curiosos sin prejuicios anti-aborígenes— sirve para legitimar la poesía como un fragmento de dignidad. En este sentido, la palabra poética puede interrumpir la hegemonía e imposición del discurso dominante.
La construcción de un mito vivo
Martínez Álvarez recuerda que reconstruir un poema es también construir un mito. La cristiada poética surge como un intento de recomponer las voces populares que se perdieron en el fuego de la represión. Estos versos son un proyecto en movimiento, susceptible de ser modificado y enriquecido por los lectores futuros.
La cristiada poética así entendida no busca cristalizar un relato cerrado. Más bien, su fuerza radica en su carácter inacabado, abierto a nuevas interpretaciones. Esta idea contrasta con la historia oficial, que tiende a fijar los hechos en un único relato. Al dejar abierta la puerta a la reinterpretación, la obra ofrece un modelo de memoria colectiva que resiste la clausura.
¿Por qué comparar la cristiada poética con los códices indígenas?
Porque ambos son vestigios de una memoria que el poder quiso borrar y que, sin embargo, sobrevivió gracias a la voz persistente de los vencidos. Los códices prehispánicos fueron objeto de destrucción sistemática en los autos de fe, como el infame de Maní, buscando borrar de raíz la cosmovisión indígena. De modo similar, los versos cristeros enfrentaron la censura de la historia oficial, que pretendía relegarlos al olvido por considerarlos expresión de un movimiento reaccionario.
No obstante, en ambos casos, los textos se erigen como formas de resistencia cultural: los códices preservan la espiritualidad y la historia de un México precolombino, mientras que los cantares reivindican la dignidad de un pueblo que se alzó en nombre de su fe y de su derecho a existir. Compararlos es reconocer que la memoria es un derecho y una herramienta de los pueblos que se niegan a desaparecer.
¿Qué hace que estos versos sean relevantes hoy?
Su capacidad para interpelar las narrativas hegemónicas y para recordarnos que la historia nunca es una sola voz. Estos versos son la expresión de un pueblo que enfrentó un Estado que buscaba imponer un nuevo orden, y que encontró en la poesía un refugio y un acto de afirmación. Hoy, en un México donde las tensiones entre fe, poder y cultura siguen presentes, estos versos tienen el poder de sacudirnos. Nos obligan a mirar más allá de la historia oficial y a preguntarnos por las voces que han sido silenciadas o desacreditadas. Su vigencia reside en esa capacidad de sacudir la conciencia, de mostrarnos que las luchas populares tienen una dimensión poética que no debe reducirse al pasado, porque sigue siendo fuente de sentido para el presente.
¿Por qué hablar de mito en lugar de historia?
Porque reconstruir un poema es también construir un mito, y los mitos no están sometidos a la verificación empírica de los datos, sino que contienen verdades más profundas sobre el espíritu de un pueblo. La cristiada poética es un mito vivo porque encarna las aspiraciones, las contradicciones y las heridas de una comunidad que se niega a ceder su lugar en la memoria colectiva. Hablar de mito es ampliar la historia, es reconocer que, como en los cantos antiguos o los códices pictográficos, hay en estos versos una forma de ver el mundo y de resistir la imposición de un relato único.
La voz anónima y colectiva
Los versos que componen los Textos de un códice cristero no tienen autor definido. Son un canto colectivo, nacido de la necesidad de consuelo y de la afirmación de una identidad amenazada. A pesar de la ausencia de un Homero vernáculo que cante las gestas de estos combatientes, esta ausencia no implica vacío, los cantares anónimos funcionan como un coro popular que se niega a desaparecer.
La fuerza de la cristiada poética reside precisamente en esa voz coral. No hay un solo héroe, sino comunidades enteras que convierten la palabra en un refugio y una trinchera. Esto interpela a los relatos oficiales que privilegian las grandes figuras y silencian las voces colectivas.
El desafío de la cristiada poética
Martínez Álvarez insiste en que estos versos son una provocación, “un desafío a la inventiva de los poetas del futuro”. La cristiada poética es un llamado a no resignarse al silencio impuesto por las narrativas hegemónicas. Cada verso es un eco de esa dignidad, una invitación a reinterpretar la historia y a reescribirla con voz propia.
La fuerza de esta obra está en su vitalidad. Mientras haya lectores que quieran sumarse a ese coro, la cristiada poética seguirá viva, desafiando a las versiones oficiales.
Nuestras recomendaciones
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Un mito que pervive
La cristiada poética es un mito vivo que desafía el olvido. Cada estrofa es una chispa de dignidad que ilumina un pasado silenciado. Te invitamos a sumergirte en esta lectura crítica, editada y publicada por La Atenas de América y cuestionar las narrativas hegemónicas y a formar parte de este coro que, lejos de apagarse, sigue resonando en la historia y la conciencia colectiva.
Este artículo ha sido escrito por Jesús Arroyo Cruz con base en fuentes históricas de los siglos XIX y XX. Nuestros contenidos están diseñados para aportar y acompañar en el camino del conocimiento.





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